jueves, 27 de diciembre de 2007

Ante la Tumba de César


Velan claveles tu lápida,
Tu epitafio lame pétalos
De coral embravecido.

Estrechas un horizonte
De lombrices en tu cráneo,

No escuchas más que el sonido
De las alcobas vacías.

Si retumba tu osamenta
Atravesada de asfalto,

Si recogen de tu lengua
Polvorientos epigramas,

Recuerda, César, la Galia
Que arrasaste tras tu paso.

No me importa que te llames
Napoleón o Adolfo Hitler,

Ya solo importan las madres
Que oscurecen de dolor
Al ver morir a sus hijos,

Al ver morir a sus hijos.

La tierra misma retuerce
El rostro de las montañas,

Los campos tiznados de odio.

Los ríos salvajemente
Violados por tu codicia.

Escarbo entre mis entrañas
Y te encuentro en mi nombre.

Santificando el poder,
El crimen y la violencia.

Y me repugno de todo
Cuanto yo podría ser,
César de orgullo metálico.

Hijo y padre de cuchillos.

Que te engullan los gusanos,
Que te repudien los niños
Y cicatrice la Tierra
En tu olvido, para siempre.

Repudio el Triunvirato,
Ni en dioses, reyes, tribunos,
Presidentes, comisarios,
Ni en profetas ni en políticos,
Tengo dominante alguno.

En la libertad tengo puesto,
César, alegría y pena,
Espíritu y corazón,
Gloria, trabajo y miseria.

Con el sudor de tus hombres,
El yugo de tus esclavos,
El arrojo del soldado
Que no entiende de fronteras,
Queda expropiado el laurel
Y elevada a las estrellas
Que la humanidad comparte,
La arcada de la victoria.

Y no importa la bandera,
Roja, negra o amarilla
Si sirve para hermanar
La esperanza de los hombres.

Ahí reside la gloria,
Cesar, miles de kilómetros
Por encima de tus huesos.

En un lugar donde el álamo
Monocorde de tus dedos
Jamás podrá arraigarse.

Solo te admiro a la carga,
Asumiendo el Estigio
Como un nuevo Rubicón.
Encabezando la legión
De las animas esclavas.

Adiós, Cayo Julio César,
Ante la hiedra que te cura,
Solo puedo abrazarte.

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