lunes, 17 de marzo de 2008

Notas para un Diario I

Vivo el 17 de Marzo de 2008. He gastado esta fecha exacta inconscientemente, y no me arrepiento. Volvía de Madrid en autobús. El sol de la tarde se repartía espléndidamente entre las desmenuzadas nubes. Aquellos sensuales y voluptuosos cúmulos cubrían el cuerpo dorado y divino del sol, como las prostitutas de Hamburgo cubren y descubren su cuerpo cuajado de sombras y claroscuros, para despertar el deseo de los ebrios marineros condenados por tan certero canto, a través de los despabilados cristales.

Acababa de salir del cine, Herido por una película desoladora y trágicamente realista. “Los Falsificadores” Aquellos judíos privilegiados (si es que puede emplearse esta palabra en aquel infierno) que financiaban al III Reich desde Sachsenhausen.

Todo el poderío de ese nombre extraño, de ese lugar maldito entre los lugares, no me estremecería tan profundamente si yo mismo no hubiese profanado aquella tierra regada con la sangre de los mártires.

¡Que abyecta e imperdonable criatura se siente el ser humano ante tal valor, tantas veces silenciado en la masa inefable! No se donde reside , ni para que sirve la gloria de las criaturas muertas, pero esta noche, quiero dedicar el silencio de mi desarropada soledad , la bóveda de mi corazón impulsivo y confuso, a todos los héroes de la existencia cotidiana, que sufrieron persecución y muerte durante la II Guerra Mundial.

Tantas calaveras estercolan los verdes campos de mi vieja Europa, tantos cuerpos privados de esperanza que carecen de prole que los recuerde para la eternidad …

Esto me ha traído a la mente unos versos de mi amado Rimbaud:
“Si alguna agua de Europa deseo, es la charca
Negra y fría en la que, hacia el crepúsculo perfumado
Un niño se agacha radiante de tristeza, y bota
Un barquito frágil como una mariposa de mayo.”



Antes que la sala de cine, recorrí las estancias del moderno CaixaForum. Llegué hacia las diez y media, calculo. De entre el puñado de obras modernas que mastiqué sin entusiasmo, la que despertó más interés en mi fue un lienzo alegórico de la estancia de Rimbaud en el desierto de Abisinia. Podría describir el sentimiento que desarrolló en mi tal expropiación del que hasta entonces había tomado como el cantor íntimo y cabalístico de mis lecturas sonámbulas.

Tengo poco más que decir. Me vence el sueño. Concluí “El Extranjero” de Camus , y me dejó el sedimento vago de un deseo. Si, un deseo de escribir una novela psicológica, bajo el candil de Raskolnikov y otros míticos atormentados.

Fotografié por segunda vez todas las esculturas de Igor Mitoraj, auscultándolas entusiasmado como si jamás las hubiera visto. Son Maravillosas. Me dedicaré en otro momento a diagnosticar los chirridos y tambores clásicos que fermentan.

No pude evitar volver a gastar el dinero en libros. Supongo que es una inversión, o al menos eso asume mi alma para no sentirse asquerosamente burguesa y consumista. Compré un libro sobre la pintura de Lucian Freud, mi gran inspiración pictórica, un ensayo muy completo sobre arquitectura y sobre todo lo anterior, suplí una de las graves carencias de mi biblioteca personal: La Divina Comedia.

La noche del 17 al 18 de Marzo me verá abstraerme entre la ardiente tipografía del Infierno.

1 comentario:

postoftorres dijo...

me ha interesado tu texto, yo también vi la película los falsificadores y en determinado momento me sentí aludido, ya que soy editor y diseñador gráfico, y es por esa principal razón que me llevó a reflexionar sobre el sentido de vivir en mi oficio y he caído nada menos que a una conclusión, el gozo primigenio de la creación no lo cambia nada y ese solamente nos pertenece. Hasta pronto y saludos.

Postof